Empresa de traducción vs. autónomos y agencias
En el término medio está la virtud
A la hora de contratar servicios de traducción, se tiende a escoger entre dos alternativas: o bien contratar un traductor freelance, o bien acudir a una agencia de traducción. Si bien ambas opciones son válidas, ambas presentan una serie de limitaciones que vamos a presentaros, y que pueden evitarse con una tercera alternativa: la empresa (no agencia) de traducción.
En cuanto a los traductores autónomos, naturalmente los hay muy buenos, y sus servicios son más asequibles que los de una empresa, pero todos presentan las siguientes restricciones:
Disponibilidad limitada para el cliente. Solo tienen dos manos, por lo que si ya tienen un trabajo entre manos o tienen un evento personal (una cita en el médico, por ejemplo) ya no podrán hacer frente al trabajo que se les ofrece.
Pares de lenguas. Salvo alguna eminencia que domina unas 5 o 6 lenguas, lo normal es que solo ofrezcan un par de combinaciones (y esto teniendo en cuenta que solo traduzcan a su idioma materno… pero este tema da para otro post).
Capacidad de producción. No son máquinas, y el día tiene las horas que tiene, por lo que tendrán una producción máxima diaria que nunca podrán superar.
Control y medios de revisión limitados. Trabajan “aislados”, por lo que se autorrevisarán (en el caso de que tengan tiempo), y nunca habrá otro par de ojos que revise sus traducciones.
Por otro lado, tenemos a la agencia de traducción, muchas veces multinacional, que suele presentarse de la siguiente manera:
Somos muy buenos
Tenemos 3.000 traductores
Estamos especializados en todo tipo de documentos
Traducimos de y a todos los idiomas
Estas empresas tienen el atractivo de los precios sin competencia (¿a cambio de qué?) y de fuertes estrategias de marketing con las que amortiguan la constante rotación de clientes. Generalmente, adolecen de severas deficiencias estructurales, como son la separación y desvinculación que en ellos se da entre la empresa y los traductores (mal pagados y tratados), y la consiguiente dilución en su seno del concepto de «responsabilidad personal».
Carecen, o no se autoimponen, un modelo claro en cuanto a qué debe entenderse por «traducir» y qué se requiere para el desarrollo de esta actividad; si se hace bien, claro. En resumidas cuentas, presentan a sus clientes traducciones que en Translator L&F no merecerían ni tan siquiera la consideración de tales.